sábado, 29 de febrero de 2020

Vengo por la rambla de la ciudad, es de noche, es la noche. Estoy cerca de casa, estoy aquí, cerca de todo, pero siempre vengo de lejos. Una vez escribí a la vuelta de un feliz viaje, algo paradójico que sucedió durante la cena: me miran y creen que existo. Y me vuelve a ocurrir en los buenos momentos, con amigos, con familia, cuando estoy cerca aunque distraído, irónico, distendido, animado, o cuando estoy tranquilo, sereno, moderadamente calmado, y de golpe surge la duda, el gusano devorando la manzana, y me pregunto si realmente estoy vivo. A un materialista y ateo como yo lo que le preocupa no es una estúpida y grotesca vida trascendente o sobrenatural que pueda dar sentido a la vida en la tierra, la vida física, sino el estar aquí y ahora en la existencia material, real, estar realmente vivo, con un cuerpo que sufre y goza, en conflicto con la finitud y la mortalidad, sin pulular en el tiempo vacío, sin limitarme a vegetar, como un condenado que espera la muerte. Paseaba por la rambla, y me decía, lo de escribir estas notas tiene algo de restitución, la restitución de una emoción, una imagen, un sentimiento reprimido, la restitución de un pensamiento ateo, materialista, libertino, ácrata, libertario, hedonista, en ocasiones poético y filosófico, un pensamiento, al fin, intolerable. Sobre todo, una restitución ontológica: verme yo mismo y saber que existo.

viernes, 28 de febrero de 2020

Chirigotas del Airon 2020. Los Masoquistas.


Sean las horas que repugnan por su mero pasar pero cuya huella no abandona jamás nuestro corazón, o porque no acaban de terminar nunca los oscuros días dedicados a la adoración insensata de los enamorados en su dimensión caricaturesca, la adhesión pueril y suicida a la monogamia de Razón o Tradición, el sometimiento gozoso y desvergonzado a la convención sentimental mayoritaria, celosa, posesiva, paranoica, histérica, narcisista, victimista, e incluso la impotencia de todas las formas alternativas, más o menos originales y estériles, contra los usos y abusos amorosos; la cosa finalmente es que uno sigue atrapado en la impotencia de lo privado y esa paradójica condición de insaciabilidad y agotamiento de la intimidad, en sus frustraciones personales excesivamente psicologizadas, el problema traumático de la sexualidad, en sus modos de autoexplotación emocional, tan bien fabricados socialmente, y en la asombrosa y sonrojante parálisis, como la de un castrado, que genera el desengaño amoroso. Metido a ello hasta el fondo, como un buen chico, solo en horario luminoso y diáfano de mañana, de 12 a 14. Luego tocan las cosas del comer, y eso de la literatura y el mar, los paseos y el pensar, y la luz, y la lucha sofocante y sorda, violenta y erosionadora de la existencia cotidiana. ¿En qué medida crucial y decisiva, estando a refugio material, físico y digestivo, uno es fundamentalmente víctima de sí mismo y su incontrolada pulsión borreguil de gregarismo lanar, sometidos voluntariamente a las lógicas del ganado, y su destino: el despeñaperros?

jueves, 27 de febrero de 2020

La clase de los delfines

Hace poco volví a la facultad de filosofía de la UB, había quedado con Nemrod para desayunar, un profesor de los pocos que no se ha convertido en una anguila de despacho, en un burócrata trepador de la cucaña o un miembro insigne de la policía cultural. Y mientras le esperaba observaba -había venido constatando durante el paseo por los barrios burgueses de Barcelona la lenta y sucia belleza de la ciudad- las pintadas reivindicativas de las paredes, las consignas y eslóganes ideológicos inscritos en el suelo, en la puerta de cristal, en las columnas, los carteles y murales, contra el feminicídio y contra el patriarcado, contra el capitalismo, la liberación del pueblo Kurdo, del pueblo catalán, algo más pragmático como lo de las elevadas tasas universitarias y alguna ordinariez de pollas gordas y fucks. Y me invadió ese inquietante sentimiento de un pasado recobrado, pero uno de esos pasados que no registras como plenamente vividos, ni propio, ni consumido, quizá por el agotamiento de las posibilidades que se ofrecían, inasumibles políticamente y económicamente, pero posibles, quizá por la frustración que genera el erial estudiantil y académico, lo que pudo haber sido, miserablemente, y nunca fue. Un pasado como ruina abierta ante el cielo, un inacabamiento que perdura en todo tiempo, aunque en este caso era un pasado mucho más sencillo, era una fábula moral de mi propia vida, en forma de vuelta a la escolarización, de la infancia escolar universitaria, como cuando ya de adultos volvemos descreídos, escépticos y distantes al colegio y la clase donde tomamos las primeras lecciones y nos viene como aroma del tiempo el aire de lactancia; antes incluso que los primeros contactos con la carne y la húmeda piel ajenas, el primer niño, la primera niña, nos viene ese invasivo y totalizador aroma lactante, porque de mantener  todavía la sensibilidad y la honradez lo invasivo del presente memorioso predomina frente a la nostálgica y difusa sensación del primer deslumbramiento, el primer descubrimiento de un mundo nuevo que se nos abre. La asfixia, el ahogo, lo claustrofóbico de la lucha entre distintas temporalidades se revela antes que la dulce melancolía de un pensamiento triste. La relativa pureza del acontecimiento, de lo que nos acontece, quizá la vivimos intensamente de niños, pero de adultos recordamos en función de la desublimada experiencia presente, de la pobreza y la precaria experiencia del presente. Ya no me sonrojé ante el terrible recuerdo de la puerilidad y solipsismo de la infancia, las causas reivindicadas en las paredes de la universidad eran una perfecta metáfora de esos murales coloridos bajo figuras del Bien pintados con alegría: soles amarillos, campos verdes, cielos azules y animalitos silvestres que decoraban los pasillos de los colegios, esas clases bautizadas con nombres de animales penosamente humanizados y personalizados: la clase de las mariquitas, el grupo de los delfines o las mariposas, o los leones. Eso mismo, sin rencores, sin resentimiento, aunque con un punto de distante arrogancia, es lo  que me sucedió al volver a la universidad, redescubriendo las nefastas consecuncias de la prolongación de la infancia en la institución académica. Noté la infantilización ya entre las relaciones personales y pseudoafectivas, en las reducidas concepciones de la industria cultural y la mafia académica, en la organización política estudiantil, en el sistema de evaluación, en la condición de finado del profesorado, más atento a las técnicas de tutoría y sutilezas pedagógicas, administración y gestión de los procesos de examinación continua, control y desarrollo del curso, a los modos de acreditación profesional, a las obsesiones del prestigio social, que del contenido intelectual, los conocimientos concretos, la memoria como aparato crítico, y la capacidad filosófica de los estudiantes. En un olvido completo de la desinteresada pasión por estudiar, el originario carácter hedonista y libertario de la filosofía, la relación del pensamiento con la vida y la muerte, la politización y la exigencia formal del debate, la conversación y el diálogo continuo y permanente, ocupando cualquier espacio, desacralizándolo, para realizarlos. Y lo crucial me lo dijo Nemrod: ese sentimiento de degradación es permanente, y una experiencia común de decadencia e indigencia se apodera de algunos profesores, algunos alumnos rebeldes, y los que huyeron para no volver o retornar fugaz e intermitentemente. Existe una diáspora invisible que algún día debería devolver el golpe contra la institución, al modo inconfundible y legítimo de la venganza.   

martes, 18 de febrero de 2020

Un hombre americano

Escribe la hermosa Mary McCarthy en sus Memorias... en ocasiones, de un clasismo atroz y brillante: 
Resultado de imagen de mary mccarthy" Myers era el perfecto ejemplo de hombre sin raíces y municipalizado que se complace con los residuos de la civilización industrial. Gozaba estando de pie en la acera y contemplando desfiles, cuanto más indescriptibles mejor, siendo su desfile favorito el del día del Trabajo, viniendo a continuación los militares, seguidos los desfiles comerciales con pancartas y muchachas con trajes regionales. Incluso iba al lago Calhoun o al lago Harriet para ver desfiles de carrozas en miniatura, y concursos de niños disfrazados de indios. Le gustaban los quioscos para bandas, los conciertos de las bandas, los parques públicos sin hierba, y le atraía el espectáculo de las avionetas escribiendo con humo palabras en el cielo. Inmediatamente se enteraba de propagandas de grandes almacenes, tales como la consistente en lanzar al aire burbujas de colores, anunciando una marca de jabón al son de Siempre soplando burbujas, cantado por una meliflua soprano. Coleccionaba cupones y papel de plata, montones y montones de papeles para el trapero ( con lo que obstaculizaba seriamente nuestra contribución a la campaña de recogida de papel organizada por la escuela), muestras gratuitas del queso Donaldson, entradas gratis a un cine de la vecindad para ver la primera película de un serial, y durante los años que vivimos con él jamás vimos una película entera, teniendo que contentarnos con aquellos truncados principios. También le gustaban los viajes en tranvía (¿se trataría de transporte público municipalizado?), los monumentos a soldados, los cementerios, y las flores grades y ásperas, como los amarantos, dispuestas en grandes parterres por jardines municipales. Los museos no le atraían, pese a que una noche fuimos, junto con una tremenda multitud, a ver al mariscal Foch, en la escalinata del  Instituto de Arte. Se pesaba constantemente en máquinas automáticas que funcionaban echándoles un centavo. Rara vez salía de casa como no fuera para uno de estos estériles propósitos, o `para ir al béisbol solo."



domingo, 16 de febrero de 2020

les noies del país

Las cuestiones decisivas nunca se preguntan ni se plantean en el mundo, ni en las familias, ni en las parejas, ni entre amigos, ni entre los bichos, mucho menos en Cataluña. Lo crucial es preguntarse si la izquierda o los grupos políticos radicales o alternativos que se denominan catalanistas o habitan o aceptan el mundo simbólico del nacionalismo y el catalanismo no son el modo más discreto y brutal de blanqueamiento de la indudable y soporífera raíz racista y xenófoba del nacionalismo catalán, que como todo nacionalismo, es demoledor y desolador.

sábado, 15 de febrero de 2020

Salvadores del alma

En casa de Wara tomando un café antes de noche buena ya empecé con la avalancha, mi lucha:

- Origen de las palabras. La palabra amigo (del latin “amicus”) podría derivar del verbo “amore” (amar) o bien de “animi” (alma) y “custos” (custodia); en este caso, significaría “el guarda alma”. Pero hay quien dice que proviene del griego “a” (sin) y “ego” (yo) y que equivaldría a “sin yo”, es decir, “sin ego”.

...para desaconsejar que mis amigos vayan al psicólogo, a terapias carísimas y abusivas económicamente, psicológicamente, emocionalmente, culturalmente, pervertidoras de toda moral y gusto estético y juicio y recto intelecto y bello pensamiento y hermosa melancolía y triste sentimiento. Los psicólogos en su versión pop y engrandecidos por los crédulos clientes, se han convertido en los nuevos curas de nuestro tiempo, en verdaderos salvadores del alma, pretenden curar heridas del tiempo, la violencia impuesta por el sistema económico sobre los cuerpos, el dolor y el daño infringidos al cuerpo, que es lo único que existe, pretenden curar las enfermedades del vacío, incluso poblemas metafísicos, a través de su, en general, pírrico conocimiento de la mente y sus mamarrachadas, patochadas, engañabobos, de la reintegración social en una vida normalizada y la vuelta del hombre a la normalidad. Pretenden hacer ver que la gente tiene problemas psicológicos, terapéuticos, clínicos, cuando realmente lo que tienen son problemas éticos y políticos. Pretenden hacernos creer que el desorden es interior, cuando el desorden es fundamentalmente exterior. Claramente me refiero a esta maldita moda de que cada uno tiene su psicólogo, su consulta y terapia, después del trabajo, al igual que tiene su tiempo de ocio, que es una prolongación del tiempo de trabajo, es un tiempo ocioso medido y programado para evadirse y descansar del trabajo para volver a él con más fuerza, como en un bucle vicioso y destructor, pues ahora también, como las tuercas ya no pueden apretarse más, van e inventan el tiempo del autoanálisis de saldo, el low cost de la radiografía anímica, el putrefacto tiempo de psicólogo; fenómeno masivo como el de las mascotas: se trata de recoger las mismas mierdas y micciones y autocomplacerse, sentirse responsable de uno mismo y su flujo emocional, gestionarlo, como una empresa, y llenar enfermizamente el tiempo vacío, insoportable, con el tedio y la basura de uno mismo, de nuestro falso pozo y fondo interior. 

domingo, 9 de febrero de 2020

Todo lo demás

Murió George Steiner, su figura es fascinante e inmensa, absolutamente criticable pero imprescindible, no puedo escribir nada más, no siempre hay algo que decir o amar.
 
Escribe - y justo acabo de llegar atrapando mi propia vida, quizá precariamente, pero es más que la fiebre- Arcadi Espada en su cuaderno, El Mundo por dentro, el 09 de FEB, a las 23:24h: "En memoria de mi compañero David Gistau, víctima de la literatura". Registro todas las muertes que puedo; es un hombre que en vida intentaría, con razón, desprestigiar. Pero la muerte es tan densa, y soy planiano: "yo ante la muerte me quito el sombrero"; la muerte solo puede inspirar pocas cosas más.

sábado, 8 de febrero de 2020

Nadie sabe cuanto odio la frenética actividad de los necios, su insolencia e impertinencia ante la seriedad de la vida, y la definitiva broma de la muerte. Incalculable el grado enfermizo de tedio, aliñado con desprecio, que me producen. Que bueno que yo ya haya sufrido, como tantos, el dolor del tiempo, que sepa cómo crece, se hincha y revienta, que el tiempo duele y degrada antes de arrasarlo todo, y que a su vez, enfrentarse al tiempo vacío sin intentar llenarlo vanamente con banalidades y frivolidades por el mero horror que nos produce -como el irreprimible temblor que genera una mesa puesta y bien decorada a sabiendas que nadie vendrá a cenar y que nadie habita ya ese mundo- es algo bellamente honroso. Y pude ser hasta gozoso, ver los contornos rojizos de la espera. El placer intenso y delicado de ver pasar el tiempo lento, moroso y limpio, momentos antes de un encuentro deseado, una cena, un café, un libro, un hombre y una mujer, una conversación, un cuerpo desnudo, la hora de la escritura, el momento decisivo de la soledad y la finitud. Como una cómoda antesala de la vida.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Correspondencia (I)

Me escribo con Nemrod Carrasco, tengo que consultarle sobre el silencio, su relación con el silencio creador y el silencio censor, sé que tiene una difícil relación con la escritura, y es terriblemente humana y honesta esa dificultad. Y ,me gustaría decir que cuando cuelgo, cuando acabamos con los emails, me encuentro en la red con una perfecta definición de su filosofía sus modos y maneras, de su pensamiento negativo. Si estos cobraran forma, cuerpo, carne, volverían a los orígenes de su nombre. Nemrod: "un poderoso cazador delante del Señor" (Génesis 10:9). Relacionado con la Torre de Babel y el origen de las distintas lenguas, pues Yahveh deseaba destruir la unidad y solidez de la torre y la sola lengua. La finalidad del anhelo destructor es no hablar un único lenguaje, que nos lleve al cielo y junto a dios, que nos haga infalibles e inmortales como los dioses, sin conflictos, sin pueblos, sin naciones distintas, sin culturas, sin la guerra. La pluralidad de lenguas a la que se vio reducido el hombre, es el origen de los conflictos humanos, lo que dota de sentido a la agonía de las identidades, y su estudio: la polemología. Nemrod, ese poderoso cazador.

lunes, 3 de febrero de 2020

Las otras vidas de mi vida

Le comenté a Clàudia, frente a unas cervezas, lo mucho que me desagrada la precariedad de la memoria, lo mucho que lamento encontrarme y hablar con un desmemoriado. Un verano de altas temperaturas de ritmo lento y cuerpos precoces iba paseando por la ciudad, concretamente por las antiguas plazas del barrio de Gràcia,  y al cruzar las calles cruzaba mi vida y mi memoria. Es sin duda alguna, y al modo más intimo y amoroso, uno de los territorios intelectuales de mi vida, la gran topografía moral de mi sensibilidad. Toda sensibilidad es una personalidad. Recuerdo esa plaza y el sol abierto, ese bar y su comida, la esquina bajo la luz amarrilla del faro en el frío oscuro de la noche, esa cena y la descarga de calor, aquellos días donde perdíamos lentamente, morosamente, la inocencia, ese cine, la imagen y la dureza, recuerdo los bellos lugares y las conversaciones que tuvimos en ellos. No exagero, cuido mi memoria no sólo como aparato intelectual y grandioso método de conocimiento, sino como mi mejor instrumento emocional y afectivo, un aparato crítico, tierno y sutil, para mantener mi educación sentimental, mi estética emocional intacta, en un ámbito de intenso goce y placidez. No tengo naturaleza de vencedor, ni tampoco todavía el carácter del derrotado. Y necesito la memoria para sujetarme a la vida, recordar lo que todavía queda de vivo tras los acosos, una vida que no escape,  que no huya, no sentirla extraña, ajena, salvaje, grotesca, hostil, robada, expropiada, insufrible. Memoria, razón y vida. Es sencillo: la memoria es llevar interiormente las otras vidas de mi vida.

domingo, 2 de febrero de 2020

moscas en la sopa

La brillantez de la crítica no se mide solo por la enormidad de lo criticado, sino por la proliferación sustanciosa del lenguaje en bellas polisemias estéticas, en la semántica de su oposición. Su valor y mérito es, sin embargo, fundamentalmente ético y permanece intacto, seco, gris, y se cifra en la magnitud de la tragedia que soporta, en la medida en que interrumpe la depredación política a la que se enfrenta. Escribir es para mí una forma de sobrevivir, con otros que también escriben, o leen, o se dan tiempo, o soledad, o encuentran un lugar a donde ir. Es difícil, y en ocasiones humillante, la convivencia con otro tipo de personas. Estos diarios, como todos los diarios, son un modo de alejarme, y tienen como medio de afinidad y encuentro dar testimonio de un tiempo quebrado por la impotencia y la frustración. Se justifica el sentido de su existencia testimoniando el tedio y la zozobra, el horror de la pérdida y la ausencia y la alegría de la liberación, la sorna de la huida, la excitación y el entusiasmo del sabotaje, testimonian el asombroso hecho de estar vivo, y sobrevivir a ello. Crecer hacia el insecto. Una mosca fabricada, y volar para incordiar y desorientar, al enorme elefante y la certidumbre de su pisada. Curiosa criatura, vieja, furiosa e impenetrable. No es casualidad ni gratuito el aura de veneración que sentimos por ella, la rodea el misterio de muchas muertes, la intriga de una antigua y devastadora violencia, en ocasiones desatada. No es casual ni gratuito que la dureza de su cuerpo y su naturaleza desbocada dependan del grosor que forman las innumerables capas de piel muerta. No puede ser fortuito e insignificante el hecho que la impresionante vida y existencia de esta criatura esté envuelta y rodeada por la muerte de su piel. Escribir para convertirse, antes que aplastada, en la mosca ahogada de la sopa.

Los Pedros y la democracia

  Sin duda, Marisas y Pedros son un buen motivo para dejar de ser de Izquierdas: