lunes, 29 de noviembre de 2021

Notas para un artículo

 Terminando la absorbente lectura de Nelly Arcan, escribo unas breves e insuficientes notas sobre su libro Puta, no logro descifrarlo a pesar de su aparente monologuismo, de confesarse sometida a una única obsesión: el abandono. El propio día acabándose, el sol rojo comido ya por completo, el cielo en azul oscuro apagado y nubes grises encendidas, me impone hablar de ella, irresistible, y mí mirada perdida. 


Hace poco le escribí a una querida amiga que me inquietaba pensar que la vida se ha vuelto para tantos tan invisible, en el sentido de que vivir se ha hecho una ficción contraria a la propia vida. Quizá siempre fue así, pero jamás se tuvieron los medios y el desarrollo tecnológico para lograrlo de un modo tan absoluto. Arcan al escribir asumió el papel exacto de esa ficción de vivir e intentó llevarla al límite para descifrar su mendacidad y hacerla visible, incluso sórdidamente visible. Para ello eligió, o necesitó, ser puta, una pitufina, una hermosa muñeca de silicona para liberarse de las opresivas constelaciones familiares de un padre religioso y putero obsesionado con el mal y la existencia del diablo y una madre alcohólica y depresiva cuya inmovilidad (su vida: dormitar en el sofá, movimientos de larva) levantaba falso testimonio contra la vida, con movimientos sedientos que ofendían la mirada ajena (ese es el cruel sentido de sus palabras); y para controlar los “apetitos de chacal” de sus posibles caprichos, los hombres (…)

Puta es un monólogo en forma de largo lamento acusatorio contra el abandono, el desahucio del mundo que le inoculó su padre en su percepción infernal del mismo y su odio a la vida (odiaba a su mujer e incluso masticar, sólo apreciaba ir de putas), contra el miedo a no saber vivir cifrado en el cuerpo postrado de su madre en la tristeza y la indiferencia, y de modo colateral, contra la falsa placidez del amor conyugal, el sexo de la buena chica, correcto y ordenado, limpio y saludable, las niñas monas de almas bellas y cínicamente educadas en una incitación a la mordaza puritana. Y sobre todo, supone un alegato contra ella misma (...)

En esa tarea de demolición íntima, como si redescubriera el horror a la animalidad, nos recuerda cómo las bien enamoradas al no poder desligar sexo y dinero, erotismo y prestigio social, anhelos sentimentales y símbolos de clase, son tan putas como las profesionales. Imagino a nuestra impresionante rubia de ojos azules con sus gestos coquetos de estilo indirecto en los platós de televisión, y su tímida voz, pronunciar lentamente ante las falsas beatas que desconocen su talento: “tú, cómo puedes mirarme así, tú eres una puta como yo" (...)

 El libro toma la forma de ininterrumpida confesión de una puta cara, un yo apócrifo, ante su psicoanalista, del que está enamorada, y allí esa bestia tumbada tras distanciarse de toda demonización del viejo oficio sexual, destruye la posición de víctima de la prostituida sin ahorrarnos nada en la exposición de su dolor y su sufrimiento, la crudeza de no poder vivir, la fealdad de las horas. Todo, la rudeza de los padres puteros que se van con ella para consolarse del deseo frustrado de no poder follar con sus hijas, la pornografía emocional de los hombres que pretenden inventarla y gobernarla como fetiche, sustitución y vertedero sentimental (…)   

Su escritura es una ficha policial de sus obsesiones, desplegados como vómito: el apego incondicional de la feminidad a la belleza, la necesidad de ser deseada permanentemente para no fracasar, una misoginia edípica (ve en todas las mujeres a una enemiga proyectando en ellas la figura de su odiada madre, de la que llega a decir que es una larva que sólo se mueve penosamente por la casa para que los demás puedan contemplar su degradación autocompasiva),el pánico patológico al envejecimiento (que culminaría en su suicidio con 36 años) y una voluntad de no ser lo que se espera de ella y lo que los otros querrían. No concede ni una coma en el registro de su odio, sólo cede a convertirse en el juguete lubricado con el que fantasean todos los hombres precisamente para ridiculizarlos y humillarlos, tanto como intentan hacer con ella al penetrarla (…)

Detesta ese trabajo en el que el cuerpo de la puta es una falta, el cuerpo de una carencia, de una privación y señal de advertencia: mujer pública o mujer podrida, como señala el campo etimológico clásico. Nos cuenta sus experiencias con el cuerpo lamido, recubierto de una capa de salivas mezcladas de todos sus clientes, siete u ocho al día, todos sustituibles por cualquier otro, iguales, soeces, que puede incluso que le produzcan distracción y entretenimiento (¿placer?) además de ascoLo soporta, sí, por dinero. Le gusta el dinero como a cualquier profesional con un trabajo duro, es la medida exacta de la proletaria, el minero, el soldado, el operario de fábrica, es una trabajadora incansable. Se junta con sus compañeras para tomar unos vinos, reírse de las pollas que han chupado, consumir, pintarse, charlar sobre el bañador que se quieren comprar, el bronceado, el gimnasio. Nelly se aleja de mis reflexiones: el sexo es totalmente amoral y la medida exacta de cuánta libertad estamos dispuestos a soportar, propia o ajena, en ella es justamente lo contrario. Todo lo que se puede decir opresivo y denigrante sobre la prostitución se puede decir de los trabajos proletarios sometidos a explotación, no es específicamente la sexualidad lo que ofende, sino que se folle a centenares de hombres sin remordimientos y por dinero, por mucho más dinero que otros "trabajos dignos" de limpiadora, chacha, camarera... envidian que ella obtenga mucho dinero con el sexo, consuma, viva, se excite, persiga ese dinero, mientras otras lo padecen gratis, dependiendo económicamente de  parejas que aborrecen, si no se aborrecen a si mismas (...)

Escritora. Falta todavía por desentrañar con precisión su estilo literario torrencial, el flujo de conciencia en su prosa, y la eliminación de todo análisis y argumentación detallada sobre el amor que sabotea con invectivas, acompañadas por un ritmo complejo y seductor de encadenamiento de juicios y sentencias que puede parecer desordenado, abrumador y asfixiante por momentos, aunque de una claridad y autosuficiencia estética que no requiere de mayores adornos intelectuales. Su escritura tomada en conjunto es casi una expresión de la locura, una mujer enferma que logra una fuerza expresiva que hace imposible tomar distancia o separarse de sus obsesiones, quedarse fuera, frío o indiferente a su lucidez, tan envolvente como maníaca. Sin duda escribe para que algo nos sobreviva, para que algo de ella sobreviva tras su frialdad, y la recordemos como una hermosa herida (...)

Falta también desarrollar su verdadera intimidad: todos aquellos que no sólo la usaron como muñeca, sino que se enamoraron de ella. Sería ingenuo pensar que este amor es algo benigno o ascético, cuando podría terminar, dada la reconocida inestabilidad de la escritora, en la mayor de las tragedias, esa muerte que ya está siendo. ¿Qué tipo humano podría enamorarse de nuestra Nelly sin perderse,  fascinarse incluso por ese riesgo, su pátina de escritora cuyo material literario es la propia vida, que vine de le experiencia y no de la literatura? La pregunta, de estar viva (murió en 2009) me intranquilizaría, porque mis prejuicios podrían arrasar a esos hombres, pero me limito, me autocensuro, yo mismo, con una docena de fotografías, unas pocas entrevistas y la lectura del libro, podría malenamorarme de ella. No es algo gratuito, el amor en esta escritora es el tema principal de salvación y acusación, el principal ausente y el gran protagonista desde el vacío, el principal muerto (...)

Concluir. Sólo se puede concluir con su muerte, con la ejecución fría y directa de su suicidio a los 36 años, del que unas horas antes avisó a su psicoanalista en un correo electrónico agradeciendo todo lo que había hecho por ella como amigo y terapeuta. En otros casos el suicidio es totalmente gratuito e inocuo en la pieza literaria, pero en este caso autobiográfico proporciona una densidad humana irreemplazable. Extraña relación, vida y muerte (...)   

viernes, 26 de noviembre de 2021

Un beso, nada más

 Hay hechos incontrovertibles, fruto de muchos años de observación atenta y  cariñosa del enorme grupo de mujeres, sus gestos y relaciones, especialmente hermosas y atractivas que han ido rodeando, dichosa o desdichadamente, mi vida:

-No… no… en el amor (y debe ser el único lugar) la tiranía no es el dinero, la tiranía es la belleza, incuestionablemente, hay que estar muy ciego o ser un necio para no reconocerlo.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Un artista desdichado es como un rey destronado

Veo en los periódicos a muchos mandarines desahuciados de la subvención, llorando como cuando se les quita a los niños la teta de mamá.  No es la covid, es la propia pandemia del tiempo, el tiempo es la enfermedad. Una de las principales tareas de todo artista, absorbente y ridícula si el fatalismo la culmina, es la de crearse su siglo, un siglo propio en su tiempo, con los pedazos de otros siglos lejanos, próximos y ajenos. Una tarea lenta y reposada, realmente despreciada, que nadie parece estar dispuesto a afrontar. Para sostenerse, bien saben protegerse, se cubren de un discurso y una vida de digna decadencia, se dicen para autoconvencerse algo como: un artista desdichado es como un rey destronado. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Escribe Juan Abreu, en su cuaderno Emanaciones

"Sábado, 6 de noviembre de 2021

El escritor que pretende algo del llamado mundo cultural ha fracasado de antemano. El escritor que necesita ser aceptado por el llamado mundo cultural está condenado a la servidumbre a la derrota y a la infamia desde que escribe la primera palabra. El llamado mundo cultural es una trampa mortal para cualquier escritor. Una trampa mortal sólo superada por las redacciones de los periódicos."

Voy seleccionando los escritos que merecen la pena de este escritor y opositor cubano afincado en el aburguesado Sant Cugat. Sus mejores notas son las breves y costumbristas, en las que habla del amor por su mujer, el sexo con otras mujeres, innumerables, la maduración de su belleza al envejecer, de degradación del cuerpo y la carne, sus gatos y el jardín, o cuando hace memoria sobre el exilio y de fondo la Cuba castrista que abandonó, sin esa luz de la pintura holandesa, ni la miel ni la melancolía. Contrasta la brillantez y la sensibilidad con la que afronta de la vida y el tiempo, una escritura incluso física, con el dogmatismo desquiciado y delirante de sus comentarios políticos reaccionarios. Sin duda esa desproporción lo convierte en un escritor menor, pero no mediocre, y un hombre entrañable. 


Los Pedros y la democracia

  Sin duda, Marisas y Pedros son un buen motivo para dejar de ser de Izquierdas: