martes, 18 de febrero de 2020

Un hombre americano

Escribe la hermosa Mary McCarthy en sus Memorias... en ocasiones, de un clasismo atroz y brillante: 
Resultado de imagen de mary mccarthy" Myers era el perfecto ejemplo de hombre sin raíces y municipalizado que se complace con los residuos de la civilización industrial. Gozaba estando de pie en la acera y contemplando desfiles, cuanto más indescriptibles mejor, siendo su desfile favorito el del día del Trabajo, viniendo a continuación los militares, seguidos los desfiles comerciales con pancartas y muchachas con trajes regionales. Incluso iba al lago Calhoun o al lago Harriet para ver desfiles de carrozas en miniatura, y concursos de niños disfrazados de indios. Le gustaban los quioscos para bandas, los conciertos de las bandas, los parques públicos sin hierba, y le atraía el espectáculo de las avionetas escribiendo con humo palabras en el cielo. Inmediatamente se enteraba de propagandas de grandes almacenes, tales como la consistente en lanzar al aire burbujas de colores, anunciando una marca de jabón al son de Siempre soplando burbujas, cantado por una meliflua soprano. Coleccionaba cupones y papel de plata, montones y montones de papeles para el trapero ( con lo que obstaculizaba seriamente nuestra contribución a la campaña de recogida de papel organizada por la escuela), muestras gratuitas del queso Donaldson, entradas gratis a un cine de la vecindad para ver la primera película de un serial, y durante los años que vivimos con él jamás vimos una película entera, teniendo que contentarnos con aquellos truncados principios. También le gustaban los viajes en tranvía (¿se trataría de transporte público municipalizado?), los monumentos a soldados, los cementerios, y las flores grades y ásperas, como los amarantos, dispuestas en grandes parterres por jardines municipales. Los museos no le atraían, pese a que una noche fuimos, junto con una tremenda multitud, a ver al mariscal Foch, en la escalinata del  Instituto de Arte. Se pesaba constantemente en máquinas automáticas que funcionaban echándoles un centavo. Rara vez salía de casa como no fuera para uno de estos estériles propósitos, o `para ir al béisbol solo."



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