martes, 28 de diciembre de 2021

Posnavidad

Contrariamente a lo que un discurso oscurantista y relativista podría sostener en estos tiempos de fiebres posmodernas, la paz no es la guerra, sino que (y contrariando también al pensamiento conservador que intenta escindir analíticamente la paz de la guerra para adjudicar la paz como consustancial y natural a las ideologías liberales o tradicionalistas) la paz es, indeleble, la huella de la guerra. Cuya arena todavía guarda el calor de la metralla encendida. 

domingo, 19 de diciembre de 2021

Arcadi Espada en su Jornal, escribe sobre la irracionalidad en el tratamiento mediático, civil y político de la pandemia; en realidad no hace sino escribir, una vez más, sobre la irracionalidad del mundo. Hay un decálogo muy pedagógico que reproduzco libremente añadiendo observaciones propias, que viene  directamente de la cocina mientras preparo el caldo para estos días de fiestas:  

1. Es más probable no tener covid que tenerlo. El miedo debería ser proporcional a las cifras empíricas y su análisis racional: es más probable que mueras por suicidio o accidente de tráfico que por covid. Es decir ten mucho más miedo de ti mismo y cuidado con los coches en circulación que de un fragmento disperso de ADN rodeado de proteínas. 

2. En el exterior las mascarillas, que son inútiles (y útiles aunque insuficientes en el interior), sólo podrían recomendarse para circunstancias estéticas desesperadas. En muchos casos las mascarillas son un atentado contra la belleza, en otros simplemente son su condición de posibilidad. 

3. Ningún científico puede predecir hoy las evoluciones del virus, ya que desconocemos con exactitud el número real de contagios presentes y pasados. Y todavía menos hacerlo calculando las consecuencias sociales, así que todas las medidas civiles restrictivas deben ser valoradas por lo bajo: flexibles y no universales. Hay que acostumbrarse a soportar las oleadas sin vincularlas con las medidas no farmacológicas que puedan tomarse. Por lo tanto nuestra única obligación moral es vacunarnos, el resto está en manos del azar (a no ser que uno prefiera vivir aislado y anulando su deseo), como lo está casi todo en la vida.

4. Las alarmas sobre las nuevas variantes del virus, las viejas mutaciones, también son inútiles. Cuando la variedad se descubre el virus ya se ha extendido. Nada justifica el discurso apocalíptico que se fundamenta en el número de contagios (siempre inestables e inciertos pues no es posible detectar o contabilizar a los infectados asintomáticos). Lo crucial es atender a los datos de mortalidad y letalidad que han descendido al 0,2  desde que la población se vacuna, respecto al 1,2 de los peores momentos de la pandemia en una situación pre-vacunas. La única alarma justificada es la muerte. La estupidez cantonal es la base insuperable del gregarismo, y tengo la firme convicción que es más letal que el virus covid.    

5. Las personas vacunadas no pueden tener la misma obligación de cuarentena, por haber estado en contacto estrecho con un infectado, que las no vacunadas. Aunque la cuarentena es un estado ideal de soledad y reflexión para las clases medias que los más ansioso y frívolos (que son la mayoría, por desgracia me ha tocado amar a muchos amigos de clase media) desaprovechan.  

6. Debe acabarse de una vez por todas con la fantasmagoría profiláctica del covid. Acabar con ello incluye, por ejemplo, desmontar las ridículas mamparas que en tantos interiores dificultan la saludable circulación del aire. Se habla demasiado de los bares y demasiado poco de los metros. Y añadiría que deben suprimirse todos los patéticos obstáculos que impiden circular libremente a la inteligencia y el sentido común, un recurso escaso y amenazado. 

7. La vacunación debe ser obligatoria. Especialmente para los libertarios que prefieren la libertad a la vida; no merecen vivir en una sociedad libre ni igualitaria, todavía son adolescentes con pósters de Ayn Rand en la habitación que necesitan terminar su proceso educativo o etapa de formación, aunque parezcan irrecuperables. Su causa por la libertad se convierte en una payasada y necedad cómica en el mismo momento que se descubre su estrecho vínculo fáctico, no sólo epistemológico, con los negacionistas (los primeros a los que habría que haber vacunado para que puedan negar con propiedad), como en el caso de Vox en España. 

8. Acabar con la retransmisión en directo de la pandemia. Pero eso es pedir tanto como que se acabara con la retransmisión y difusión automasturbatoria del irracionalismo, el oscurantismo, la irresponsabilidad, y el negocio de la estulticia. Ciertamente por algún sitio hay que empezar, y habrá que seguir intentándolo ya que no nos ha salido bien ni con el nacionalismo catalán, español o vasco, ni con con la religión, ni con la sociedad del espectáculo. 

9. No asumir los mandatos del gobiernos como las voces de los sacerdotes ante la verdad revelada, ni los de los científicos con alma de burócrata y funcionario. Hay que recordar que son los mismos chupatintas que obligaron a los padres y madres a encerrar a sus hijos en casa durante meses mientras liberaban al perro tres veces al día para que paseara y cagara un rato en el parque.

10. No obedezcas medidas irracionales. El retorno oscilante de restricciones duras sobre la libertad de movimiento y reunión para todo el mundo son la evidencia de la ineficacia de los gestores públicos y los "expertos". No son medidas sanitarias efectivas sino la consecuencia de llegar siempre tarde y mal; de la falta de recursos para el relativo control de la pandemia y sobre todo el nulo refuerzo del sistema sanitario para evitar el colapso. Los burócratas, junto la sociedad dócil y crédula, hacen pagar con la coacción y la alarma lo que no han sabido resolver con inteligencia con los rastreos de contagiados u otras medidas análogas. La conciencia de vivir necesariamente en la incertidumbre se hace ineludible: aprende a vivir con ella, pero no con el delirio.  

   


  

viernes, 17 de diciembre de 2021

Reino democrático

Sin duda desde la Transición (a pesar de su mitología) España es un país libre donde puede ejercerse la libertad pública, simplemente es que la libertad aquí, bajo las circunstancias de consumo, no sirve para nada. 

Resulta sobrecogedor pensar que de la prohibición de la libertad tan significativa en la dictadura franquista se ha pasado en el reino democrático a su completa inutilidad. 

El destino de la libertad sólo importa a los esclavos.  

Vizinczey

 Escribe Stephen Vizinczey en su novela En brazos de la mujer madura:   

"En esto soy como la mayoría de mis escépticos compañeros: puesto que ya no nos reprochamos no ajustarnos a unos preceptos éticos absolutos, nos golpeamos con el palo de la interiorización psicológica. Cuando de amor se trata, rechazamos la distinción entre moral e inmoral a cambio de “verdadero” y “falso”. Somos muy comprensivos para condenar nuestras acciones y, en su lugar, condenamos nuestros motivos. Después de liberarnos de un código de comportamiento, nos sometemos a un código de motivación para conseguir la sensación de vergüenza y angustia que nuestros padres adquirían por medios menos sofisticados. Nosotros rechazamos su moral religiosa porque enfrentaba al hombre con sus instintos, lo agobiaba con el peso del remordimiento por unos pecados que, en realidad, eran efecto de leyes naturales. No obstante, todavía estamos haciendo penitencia por la creación: preferimos considerarnos fracasados a renunciar a nuestra fe en la posibilidad de que la perfección exista. Nos aferramos a la ilusión del amor eterno negando validez al temporal. Duele menos pensar: “Soy superficial”, “Es egocéntrica”, “No podíamos comunicarnos”, “Era sólo atracción física” que aceptar el simple hecho de que el amor es un sentimiento pasajero que acaba por causas ajenas a nuestro control e, incluso, a nuestra personalidad. Pero ¿quién puede tranquilizarse con sus propias reflexiones? No hay argumento que pueda llenar el vacío que deja el sentimiento que ha muerto."

martes, 14 de diciembre de 2021

   

El mediodía del lunes 13 de diciembre de 2021 la conocida actriz Verónica Forqué se suicidaba en su piso de Madrid. Siento cierta atracción por esta actriz española que formaba parte del mundo simbólico que a través de la cinematografía, e incluso la prensa, a uno le van creando en la cabeza, a uno y a su familia. Esta muerte cuenta como un jalón especial en ese elenco de figuras culturales suicidadas. Para los aficionados a las listas, o necesitados de ellas para ordenarse, es un nombre en rojo. Anoche, mientras cenaba no dejaba de darle vueltas a la curiosa situación de este y de todo suicidio: no existe el enemigo. No hay un enemigo externo que suponga un riesgo o peligro conocido y que a su vez explique, aunque sólo sea causalmente y no en un sentido profundo (con los múltiples e innumerables factores posibles) esa muerte. Que sea uno mismo el que se mate, su propio asesino, lento, sutil y prolongado, contando los días y las horas afiladas, imaginarlo labrando su propia autodestrucción, me sobrecoge. Porque las ventajas que ofrece el enemigo es que nos brinda una causa y una explicación, un modo de huida y salvación que es su destrucción o encarcelamiento ¿pero cómo encerrarse o evitarse a uno mismo? Poder morir sin enemigo es una de las peores experiencias del vértigo de vivir: la propia vida te puede matar.   

lunes, 13 de diciembre de 2021

Vega

 Para una postal de felicitación, roja y con ositos, de un nacimiento en la familia:

"Pocas cosas pueden decirse con sentido ante la aparición de la vida. Todo nacimiento supone la posibilidad de iniciar algo nuevo en el mundo. Esperamos para Vega, en sus primeros pasos en el mundo, que inicie todos los caminos que desee sin importar el final o el resultado. Y esperamos lo mejor para sus padres Raquel y Kevin en su enfrentamiento contra el vértigo en los que seguro son los días más fascinantes y extraños de sus vidas.

 Felicidades por el nacimiento.

Y Vega, suerte en este mundo raro."  

martes, 7 de diciembre de 2021

Juan Abreu en sus Emanaciones cita al poeta cubano suicidado, su amigo, Reinaldo Arenas:

“Los suicidas son 

el único árbol misterioso 

que queda sobre la tierra: florecen siempre 

y en cualquier estación,

 decía Arenas.”


El Papa Francisco parece haber dicho que “los pecados carnales no son los peores”, así lo recoge el periódico El País del martes 7 de diciembre de 2021. No olviden la fecha para sentir fuertemente el vértigo que produce la inmovilidad del tiempo. Nuestro periódico socialdemócrata, y todos sus lectores afines, parecen olvidar que a pesar de la rebaja (propia de los engreídos perdonavidas) el intérprete de la autoridad doctrinal cristiana sigue considerando los gustos de la carne y la charcutería erótica un pecado: la asignación de la culpa legitimadora de un castigo purificador o redentor, aunque sea suave y blando, como parecen ser los discursos pedagógicos contemporáneos (contradiciendo la brutal realidad). El vínculo de la religión con las tendencias doctrinales absolutistas es incuestionable históricamente a pesar de del cinismo de la izquierda cultural. Y parece, ya hoy, inexorable.  La religión, adherida a su comunidad de creyentes definidos por la institución, impone una cruzada inasequible al desaliento (aunque en los países occidentales sólo sea en un plano simbólico nada benigno) contra el cuerpo y sus placeres, el deseo y sus derrotas (convirtiéndolas en vicios y pecados), la posibilidad de una pluralismo ético (que no relativismo), los anhelos incorrectos de la pasión, las dudas incómodas, la curiosidad intelectual, y la necesaria extrañeza del mundo. Podría seguir y eliminar el blanco infinito de las páginas por escribir, pero ya está avanzada la noche en un perfecto punto para dejarse ir, y dormir.      


jueves, 2 de diciembre de 2021

Valentí Puig escribe en sus diarios que una vez hemos descubierto nuestros propios límites y reflexionado sobre ellos uno no se debilita ni decae, por el contrario madura, crece y consigue una matizada sabiduría, en la contemplación se vuelve un hombre mucho más sabio que antes. Creo que tiene que ver con el amor propio de los conservadores realistas, o una conciencia lúcida de sí mismos, o una falsa modestia que oculta una vanidad arrolladora. Para mí, empezar a descubrir los límites es como contemplar el muñón del miembro amputado, o convivir con el brazo o alguna pierna atrofiada e inutilizada, sin poder apartar la mirada del vacío, sometiendo el recuerdo de lo arrebatado a la frustración. Soy joven, no ese hombre maduro que ha aceptado el paso lento de la decadencia, y no encuentro en esos límites ningún tipo de sabiduría que valga le pena experimentar pronto. Sencillamente me recuerda que he perdido algo en la vida por lo que tendré que buscar desdichadamente un remplazo o un estéril repuesto. Asumir que la muerte es el precio que se paga por haber vivido sólo puede hacerse unos minutos antes del final. 

Los Pedros y la democracia

  Sin duda, Marisas y Pedros son un buen motivo para dejar de ser de Izquierdas: