jueves, 2 de noviembre de 2023

Albiac, en otra broma del tiempo

Escribe Gabriel Albiac en un fragmeto de su artículo: "Quien no ha visto estrellarse sus sueños contra el muro de la vida, es porque no los tuvo. O porque no ha vivido. Fracasar no es tan malo. Puede que fracasar y no ocultarlo sea lo único digno para este animal frágil que es un hombre: precaria condensación de deseos y fantasías a la que cualquier cruce de adversidades borra sin dejar huella. Cuando uno ha transitado ya la mayor parte del camino, sabe –y, si no, es que algo anda muy mal en su cabeza– que en sus errores estuvo lo más noble de su historia. Y en saberlos errores, lo más sabio: lo poco sabio que la vida concede a estos pobres hablantes que enmascaran sus frágiles anhelos bajo ficción de sólidas iluminaciones.

Cuando escribía mis memorias, En tierra de nadie, me desasosegaba eso: que los más emotivos de mis recuerdos, aquellos a los que por nada yo renunciaría, están hechos de errores que, cuando sucedieron, arrastraban la fuerza de las grandes epopeyas. Sé que habrá quienes se avergüencen de haberse equivocado. Yo amo aquellos yerros: todo lo que ahora sé fantasía y que entonces fue aventura. Sin el consuelo de sus mentidas promesas, la gris resignación hubiera hecho de mí uno más en ese ganado que todo lo acepta sonriente, que a todo se aviene, que ama a los amos –a todos– y nada les reprocha. Sin haber aprendido, a golpe de tiempo y libros, que tras las bucólicas fantasías acechan siempre espíritus malignos, yo sería un imbécil."
Un hombre reflexionando sobre la crecida de la edad y el paso de las fantasías. Podría ser una notable entrada de sus diarios literarios, en el invierno de la vida. Sin embargo, al final de la columna Albiac prefiere malbaratar el sentido de su escritura repitiendo aquello que F.J. Losantos le dijo a Pablo Iglesias en una tertulia televisiva, levantando la manita: "me recuerdas a mí cuando era gilipollas". Odiando ingeniosamente a los jóvenes por lo que son: lo mismo que ayer. Toda esta generación de excomunistas y exmarxistas reconvertidos ahora en recalcitrantes conservadores (la docencia y el periodismo están plagados de ellos) ha olvidado algo elemental: que la vejez es otra broma del tiempo y que quizá te salva de la juventud, de su frívola ingravidez, pero no de prolongar pesada y cínicamente la estupidez por otros medios. Pff, Balcanes, dice el profeta.   

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