martes, 7 de diciembre de 2021

El Papa Francisco parece haber dicho que “los pecados carnales no son los peores”, así lo recoge el periódico El País del martes 7 de diciembre de 2021. No olviden la fecha para sentir fuertemente el vértigo que produce la inmovilidad del tiempo. Nuestro periódico socialdemócrata, y todos sus lectores afines, parecen olvidar que a pesar de la rebaja (propia de los engreídos perdonavidas) el intérprete de la autoridad doctrinal cristiana sigue considerando los gustos de la carne y la charcutería erótica un pecado: la asignación de la culpa legitimadora de un castigo purificador o redentor, aunque sea suave y blando, como parecen ser los discursos pedagógicos contemporáneos (contradiciendo la brutal realidad). El vínculo de la religión con las tendencias doctrinales absolutistas es incuestionable históricamente a pesar de del cinismo de la izquierda cultural. Y parece, ya hoy, inexorable.  La religión, adherida a su comunidad de creyentes definidos por la institución, impone una cruzada inasequible al desaliento (aunque en los países occidentales sólo sea en un plano simbólico nada benigno) contra el cuerpo y sus placeres, el deseo y sus derrotas (convirtiéndolas en vicios y pecados), la posibilidad de una pluralismo ético (que no relativismo), los anhelos incorrectos de la pasión, las dudas incómodas, la curiosidad intelectual, y la necesaria extrañeza del mundo. Podría seguir y eliminar el blanco infinito de las páginas por escribir, pero ya está avanzada la noche en un perfecto punto para dejarse ir, y dormir.      


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 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.