viernes, 17 de diciembre de 2021

Vizinczey

 Escribe Stephen Vizinczey en su novela En brazos de la mujer madura:   

"En esto soy como la mayoría de mis escépticos compañeros: puesto que ya no nos reprochamos no ajustarnos a unos preceptos éticos absolutos, nos golpeamos con el palo de la interiorización psicológica. Cuando de amor se trata, rechazamos la distinción entre moral e inmoral a cambio de “verdadero” y “falso”. Somos muy comprensivos para condenar nuestras acciones y, en su lugar, condenamos nuestros motivos. Después de liberarnos de un código de comportamiento, nos sometemos a un código de motivación para conseguir la sensación de vergüenza y angustia que nuestros padres adquirían por medios menos sofisticados. Nosotros rechazamos su moral religiosa porque enfrentaba al hombre con sus instintos, lo agobiaba con el peso del remordimiento por unos pecados que, en realidad, eran efecto de leyes naturales. No obstante, todavía estamos haciendo penitencia por la creación: preferimos considerarnos fracasados a renunciar a nuestra fe en la posibilidad de que la perfección exista. Nos aferramos a la ilusión del amor eterno negando validez al temporal. Duele menos pensar: “Soy superficial”, “Es egocéntrica”, “No podíamos comunicarnos”, “Era sólo atracción física” que aceptar el simple hecho de que el amor es un sentimiento pasajero que acaba por causas ajenas a nuestro control e, incluso, a nuestra personalidad. Pero ¿quién puede tranquilizarse con sus propias reflexiones? No hay argumento que pueda llenar el vacío que deja el sentimiento que ha muerto."

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 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.