lunes, 20 de abril de 2020

fiebres

Estas notas me producen fiebre, deberán ser desarrolladas algún día con solidez si quiero bajar la temperatura.
 
Es una de las grandes contradicciones, degradantes, de mi generación: somos las promociones que, quizá, hayamos programado con mayor exactitud, obsesión patológica y aceleración desquiciada nuestro propio tiempo, y a su vez los que hemos tenido una relación más desastrosa, calamitosa y penosa con él. Los que se han integrado a ese sistema-rueda del régimen educación-trabajo desconocen hasta que punto son muertos e infames, y los inasimilables empiezan no sólo a ver el alto precio que pagaran por ello sino la imperdonable falta de cálculo en lo pragmático: ¡hasta qué punto sus ilusiones exceden en mucho sus posibilidades reales, propias y contextuales! Con la manía de quemar etapas laborales y personales que por su fugacidad y sustitución eran insustanciales y vacuas, sin ni siquiera la posibilidad de acumularlas con el orgullo calmado y atento del coleccionista, han olvidado la iniciación y consolidación de sus etapas intelectuales y morales. Noto su ausencia, es un hostigamiento constante en la vida civil, afectiva, e íntima que conduce cruelmente a la frustración: al trauma que supone vivir en una sociedad histérica. Y más ácido es todavía cuando descubro y caigo en mis propias limitaciones críticas, cognitivas, éticas y la incapacidad pera revertir nuestra experiencia con el tiempo vacío, nuestra negligencia para hacer o pensar nada.

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 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.