jueves, 2 de abril de 2020

Estoy escribiendo mis notas sobre el silencio, y es fácil descubrir hasta que punto no hemos pensado todavía que la ausencia de silencio es mucho más aterradora y permanente que el mero ruido, que en su condición efímera siempre promete y anticipa, tras su estruendo, al menos un decrescendo apacible de silencio como reposo, aunque sólo sea como impulso para un nuevo crescendo.

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 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.