domingo, 26 de abril de 2020

De reyes, mendigos, y limbos

En muchos casos lo doméstico, el confinamiento doméstico, se ha convertido en un retiro para reyes, reyes civiles y moralistas, tienen tiempo, dinero, comida, cultura, familia amorosa, amigos disponibles y sanos, quizá hasta inteligentes, y una estrategia y análisis político para ver el futuro (que no existe, nunca ha existido) con esperanza, y todo eso si aceptamos los autoengaños nutridos de fatuas ilusiones. Pero para muchos otros la estigmatización de sus cuerpos como precarios, sus vidas como desechables, sus deseos como insignificantes cuando no criminalizados, destinos de empobrecimiento y escasez que se consolidan de un modo indeleble e irreversible en la "excepcionalidad" de la crisis del covid, y que venían arrastrando ya desde la falsa y erosionadora normalidad capitalista anterior al covid, se ha convertido en el erial definitivo de los mendigos. Su nuevo y frío hogar. Los que no estamos ni entre los reyes ni los mendigos tenemos que tenerlo claro, nuestro limbo tiene un precio a pagar, nuestro cansancio, paciencia, un precio ético, incluso vergonzoso, humillante, y que va más allá de nuestra condición en la "normalidad" de ser a la vez verdugos y cómplices, tiene que ver con una calma que encierra el terror, un terror íntimo y personal que afectará a muchos asumiendo una dimensión política, que puede perversamente desbordarse hacia el placer, el placer del que mira desde arriba y no se sabe miserable, ni apelado por la miseria ajena. Cuando el vivir juntos se consolida y establece como una jerarquía enfatizando cruelmente las desigualdades, la injusticia, la explotación económica, las exclusiones políticas, las apropiaciones del tiempo, la extrema avaricia que brota en la escasez, el recrudecimiento de la pesada carga de la existencia, entonces estamos ante una discreta forma de barbarie organizada, llámese capitalismo puro, llámese socialdemocracia, llámese guay del paraguay: el hombre se convierte en un animal territorial, como un hipopótamo agresivo que marca la zona de integración y exclusión con excrementos y micciones.   

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 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.