Paseamos por Vic con gran amenidad, es una pequeña ciudad provinciana con rincones realmente hermosos: el templo romano del siglo I d.C. que me conozco piedra a piedra y que en su tiempo de fervor adoraba a Augusto, la sobriedad del puente medieval, la extraordinaria luz cenital de la Catedral que se diría que más que iluminar revela sus propias sombras y la inquietante grandeza de sus columnas negras de dorado viejo, la ecléctica belleza del casco antiguo, las ruinosas y fantasmales Adoberies frente a un penoso río. Ya de tarde le digo a R., especialmente hermosa y cansada, y tras meses sin vernos, que soy un hombre más bien erótico que romántico, me mira e intenta expresar incredulidad, pero finalmente parece asentir. Miro hacia fuera, primera y última impresión: la Cataluña catalana es un país de Patums, pubillas, notarios, y, como decía Pla, de "por a l'encarregat".
domingo, 1 de octubre de 2023
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