jueves, 28 de septiembre de 2023

¿Quién quiere matar a Rushdie?

 

Viernes 12 de agosto de 2022, fundación Chautauqua, institución del siglo XIX a unos cien kilómetros de Búfalo, Nueva York, conferencia del escritor Salman Rushdie, ”los EEUU como refugio de escritores y artistas exiliados”. O sencillamente, un cuchillo en el cuello de Salman. El intento de hacer picadillo al escritor es sin duda la cruel e impotente respuesta del joven de 24 años de Fairview, Nueva Jersey, Haidi Matar (de profético apellido), al largo argumento de la vida civil del escritor sobre la adicción de la fe. Rushdie en sus frases, recogidas por Luis Alemany el 14 de agosto de 2022 en el periódico ELMundo, da cuenta de la libertad de expresión y sus enemigos:

El derecho a ofender. Entrevista en la BBC (2012): “Nadie tiene derecho a que no lo ofendan. Ese derecho no existe en ninguna declaración que haya leído. Si alguien se ofende es tu problema y no pasa nada: muchas cosas ofenden a mucha gente (…) Leer una novela de 600 páginas y luego decir que le ha ofendido profundamente… bueno, eso es esforzarse mucho para sentirse ofendido”. Sobre lo sagrado. Los Ángeles times (2005): “En el momento en que decimos que cualquier sistema de ideas es sagrado, ya sea un sistema de creencias religiosas o una ideología secular, en el momento en que declaramos que un conjunto de ideas es inmune a la crítica, la sátira, la burla o el desprecio, la libertad de pensamiento se vuelve imposible. La propuesta de ley contra la incitación al odio religioso del gobierno del primer ministro Tony Blair se ha propuesto creer esa imposibilidad. En privado se dirá que la ley está diseñada para complacer a los ‘musulmanes’. Pero ¿qué musulmanes? Es probable que una ley así se use más bien contra los musulmanes”. Vivir sin miedo. The guardian (2001): “Los fundamentalistas están en contra de (para ofrecer solo una breve lista) los sistemas de partidos políticos, el sufragio universal, los gobiernos responsables, los judíos, los homosexuales, los derechos de las mujeres, el pluralismo, el secularismo, las faldas cortas, el baile, la teoría de la evolución, el sexo, los hombres sin barba… Son tiranos, no musulmanes. (…) El fundamentalista cree que no creemos en nada. En su visión del mundo él tiene sus certezas absolutas, mientras que nosotros estamos hundidos en nuestras indulgencias sibaritas. Para probar que está equivocado, primero debemos creerlo. Debemos estar de acuerdo en lo que importa: besarse en lugares públicos, los sándwiches de bacon, el derecho a no estar de acuerdo, la moda de vanguardia, la literatura, la generosidad, una distribución más equitativa de los recursos del mundo, las películas, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor. Estas serán nuestras armas, no para hacer la guerra, sino para vivir sin miedo. ¿Cómo derrotar el terrorismo? No te aterrorices. No dejes que el miedo gobierne tu vida. Aunque tengas miedo.” Lo Puro. Imaginary homelands (1992): “Aquellos que se opusieron a la novela más vociferantemente son hoy de la opinión de que mezclarse con una cultura diferente inevitablemente te debilita y arruina la cultura propia. Yo soy de la opinión contraria. Los versos satánicos celebra la hibridez, la impureza, la mezcla, la transformación que surge de nuevas e inesperadas combinaciones de seres humanos, culturas, ideas, política, películas y canciones. Se regocija en el mestizaje y teme el absolutismo de lo puro”. Podría decirse que la fe odia todo aquello que nosotros, los ateos, amamos.

Rushdie es un hombre que -por muy cuestionable que sea el orden liberal que se desprende de su escritura- se limita a seguir con humor escéptico y moral liberal su propio camino intelectual, aun sabiendo que cada paso que dé en la demolición de lo absoluto le deja más aislado y vulnerable ante el fanatismo religioso y las dudas existenciales propias, asumiendo que cuando su liquidación se produzca será vista por los no asesinados como la lógica secuencia de las cosas. Y no es la primera vez que se atenta contra Salman y su mundo, lo intentaron al hacer estallar una bomba en el hotel donde se hospedaba la noche antes de una conferencia; el traductor al japonés de su novela Los versos satánicos Hitoshi Igarashi fue asesinado en 1991, el traductor de la obra en italiano Ettore Capriolo, y el editor de la obra en noruego William Nygaard, siendo herido, sobrevivieron a ataques parecidos del fundamentalismo islámico. Son, innegablemente, crímenes religiosos. Un cuadro de trazos mortíferos y perspectiva redentora con título: Escenas de Alá, cuchillo en el cuello de los infieles sobre fondo occidental.

La fetua (o fatwa) que el ayatolá Ruhollah Jomeini, fundador de la actual República islámica de Irán, lanzó el 14 de febrero de 1988 contra el escritor Rushdie por su blasfema literatura, tuvo su origen en la publicación de la novela Los versos satánicos. La orden religiosa implicaba despertar a los perros de caza incitándoles con la carroña de una condena a muerte, se exigía a todo buen musulmán, se encontrase donde se encontrase en cualquier rincón de la tierra, el desdichado deber moral de asesinar en nombre de Dios. No existe un documento jurídico formal que registre esta retórica medieval pero sí imágenes de la quema de sus libros en las calles de Londres e Irán, la reproducción de su ejecución con un muñeco de trapo, ahorcado y en llamas, o manifestaciones de la sociedad religiosa con pancartas estilo We are ready to kill Rushdy (sic). La religión, tan ciega e implacable, parece llevar hasta sus últimas consecuencias los actos simbólicos de su perversa ficción: donde se queman libros se terminan quemando también personas. Lo dijo el poeta Heine, y su sentencia se aplica para recordar los acontecimientos del 10 de mayo de 1933, cuando universitarios nazis quemaron en Berlín y en otras ciudades del país libros de espíritu “no germánico”. No deja de sorprender el implacable funcionamiento de lo sagrado: “Satán va camino del infierno”, decía en su primera página el diario iraní Jorasen, o “Felicitaciones para ese hombre valiente y consciente del deber que atacó al apóstata y depravado Salman Rushdie en Nueva York”, decía el periódico conservador Kayhan que se deshizo en elogios por el ataque a cuchillo y lanzó “100 bendiciones de Dios” para el asesino amateur. Y añadia, según recopila France-Presse: “Besemos las manos del que desgarró el cuello del enemigo de Dios con un cuchillo”. El absolutismo de lo puro ve desorden y caos en la libertad y su ejercicio, ve pecado y depravación en la aceptación abierta del placer y la práctica del goce, ve debilidad y decadencia en la duda y el pensamiento escéptico, ve muerte en la vida.

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