viernes, 22 de septiembre de 2023

Dragó y yo

EL 10 de abril de 2023 mientras escribía, ya de tarde, las últimas líneas del artículo sobre Judith Rich Harris moría Fernando Sánchez Dragó de un infarto a los 86 años en su casa de Castilfrío, un pueblecito de Soria. “Davant la mort em trec el barret”, escribió Josep Pla. Dragó forma parte de mi memoria sentimental a pesar de pertenecer al penoso elenco del mandarinato cultural de la reacción. Con sus entrevistas a escritores en los programas culturales de televisión Negro sobre blanco y Las noches blancas, más que con sus libros egográficos, se inició mi pasión por la literatura. Su personaje libertario y libertino me sedujo para el goce, algo falsificado, de la vida y al aprecio por la tolerancia: aceptar la libertad de los demás como precio de la propia. Aunque representa la irresistible libertad interior del escritor europeo occidental sus opiniones y compromisos políticos conducían a la supresión de la libertad y la igualdad política; en parte esta tensión entre interior y exterior es una de las grandes contradicciones de la literatura europea del siglo XX. Las ideas literarias en la juventud pueden conducir a un atroz pesimismo, y son tan devastadoras como el más cruel de los fingimientos amorosos. Pero su literatura era alegre, artificiosa, pícara, jovial, narcisista, e invitaba al adolescente a inaugurar su primer amor. Y sucedió, pero sin falseamientos, y fue doloroso, y me encantó. Con la muerte del escritor se cierran los recuerdos del bachiller que fui.    

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