miércoles, 27 de mayo de 2020

Reflexionando sobre cierta relación de apropiación intelectual y emocional en la amistad moderna, que se concibe, se reconozca o no, como instantes de amistad que viven el tiempo como acumulación estéril o consumo efímero. Ya llevo unas semanas con esto y huele a ropa vieja, no consigo salir, me aterra la posibilidad de que en nuestro interior solo queden, si apartamos la experiencia imposible de la muerte, las palabras y el nombre del desengaño. Estocadas innombrables quedan registradas en este cuaderno contundente, como huellas que anhelaron la profundidad; los apuntes y anotaciones críticas sobre uno mismo son como las afiladas banderillas de colores que se extienden sobre el lomo negro del morlaco, manso animal en la hierba tumbado mientras un rayo de sol ilumina sus cuernos embellecidos; feroz en la arena seca y tostada de la plaza, furia desatada al olor anticipado de su sangre, rojo derramado por la estúpida vanidad de los hombres cuando juegan. ¡Qué extraña sensación causa la evidencia de que el juego se realice plenamente en la crueldad y el hombre se realice plenamente en el intento de un juego! Huellas de vida, pero y si todo esto es un juego, culminará en la crueldad, en qué forma de ella? Me he levantado de la cama a media noche desvelado por estas dos certezas de la apropiación y e juego, y simplemente relacionarlas me desesperan; quizá estas notas no sean más que el vano intento de romper con esa cotidianidad que no es más que un disfraz de la muerte; son también un instante inquietando (contradiciendo) la oscuridad, deseando sumergirme en un río arrancado del tiempo cronológico de la historia secuencial y lineal, para encontrar esas corrientes que ni suben ni bajan, ni se estancan podridas, contenidas por riveras inconcebibles, una especia de eterno presente sin antecedentes ni promesas de futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 Comprobando el aburrimiento que produce el exceso de diversión y la vulgaridad de cierto refinamiento.