lunes, 6 de enero de 2020

Perdón y desprecio

No tolero el perdón sin sentir automáticamente un intenso desprecio indefinido e indeterminado. Sin empezar a sentir un implacable sentimiento de desprecio por ese perdón, por todas sus formulas, por mi mismo, y los cuerpos implicados y las pasiones de esos cuerpos, y por la persona que lo pide como costumbre aprendida socialmente por su carácter sedante, su efecto sedante, para sobrevivir y seguir funcionando. La rapidez y facilidad en la petición de perdón representan la medida exacta de su insignificancia, su irrelevancia, su pequeñez y gratuidad, junto con la falsedad oculta en toda ingenua y evidente empresa caritativa, el pútrido corazón de su mentira. Se hace algo despreciable en ese perdón, en demandarlo y en concederlo de esa manera, y no nos damos cuenta, preferimos seguir sin hacernos daño reflexionando, decir la verdad ante uno y los demás. Es sabido, quien dice verdad muere. Será posible, pero me gustaría poder pedir perdón y perdonar sin desprecio, incluso sin ser despreciable. Y debo confesarlo. No tengo nada que perdonar a nadie. No quiero perdonar a nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los Pedros y la democracia

  Sin duda, Marisas y Pedros son un buen motivo para dejar de ser de Izquierdas: