domingo, 19 de enero de 2020

La hora y el día

Mi abuelo fue un niño de la guerra, y hoy es un hombre de la posguerra española, ajado por esos poco conocidos tiempos del cólera. Su lucha fue por la vida, nunca pensó ni anheló la muerte. Suicidarse debía ser una prohibición, la destrucción del cuerpo -con lo molesto que debe ser suprimirse de por sí- era un insolente robo y crimen contra la propiedad de Dios, un modo imperdonable de agresión y atentado contra su inapelable legalidad. El hambre, los robos y saqueos, y la condición miserable del hombre le preocuparon mucho más que los asesinatos, la sangre y la topografía de la muerte; todo eso fue un estado pasajero y relativamente, delirantemente, breve, aunque atroz. Sólo el hambre y la lluvia, la tierra y el trabajo eran asuntos de su incumbencia. Todo tiempo humano en la posguerra era el tiempo de la naturaleza y la ruina, el tiempo de Amadeo era el tiempo de las cosechas y las ascuas. Resulta difícil juzgar moralmente, políticamente y físicamente el carácter de un hombre, más aún un carácter con estas limitaciones. Ahora no lo haré, aunque será uno de los materiales de mis diarios. Hoy, precisamente, comiendo y recordando escenas fugaces de la posguerra, reveló con la impúdica ingenuidad con la que se revela un secreto, una imagen, probablemente ficticia, de su historia personal y la pequeña historia de los hombres que define su perfecta obsesión por el dinero, la obsesión acumulativa, y su patológico miedo a la ruina:

- nene, no creas no, se pasaba mucha más hambre que eso, si alguien se ganaba o conseguía algo, una moneda de plata, no lo gastaba en comer, no había comida, había hambre
-...
-no nene no, las monedas de plata se enterraban en la tierra, en el suelo, se cubrían de tierra
-...
- era bajo tierra, el que tenía una moneda de plata la enterraba en la tierra, la enterraba 
- claro (decía yo) se la guardaban
-no, no, la enterraban bajo la tierra
-...
-así, con las monedas de plata, se hicieron las grandes fortunas  

Mi abuelo desconoce la existencia, el empleo y alcance de las metáforas, pero la escena de las monedas de plata enterradas bajo la húmeda tierra de la posguerra, es la más astuta y representativa definición de su vida y de su alma. De como el tiempo, y los tiempos infames, destruyen a los hombres. De cómo un hombre ha vivido condenado por la necesidad y la satisfacción del dinero.

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