miércoles, 22 de julio de 2020

Muere Marsé

 Escribe Francisco Ferrer Lerín en la prensa, sobre la muerte del escritor barcelonés Juan Marsé:

<< Charnegos
En la obra de Juan Marsé surge el charnego. En su novela Últimas tardes con Teresa, la figura del protagonista, Pijoaparte, es el paradigma del joven atrevido, posible habitante de un barrio, El Guinardó, patria de Marsé. Quizá por primera vez, en la historia de la literatura, se preste atención a la figura del desarraigado que intenta ascender en el escalafón social de Cataluña y es rechazado por los indígenas. Y no es desconocimiento de la lengua vernácula la cau...sa principal de ese rechazo, ya que hasta la llegada del delirio regionalista esa carencia no era un factor selectivo, pero sí lo es su condición no catalana, sus características físicas alejadas del modelo oficial; aunque hay que decir que la lengua en la ciudad de Barcelona en las décadas de los cincuenta y sesenta, y hasta la inmersión lingüística, era un signo de clase. Las capas bajas, formadas por individuos procedentes de regiones no catalanoparlantes, así como la alta burguesía y parte de la burguesía media, hablaban en castellano; la pequeña burguesía, los tenderos, la escasa inmigración procedente de la Cataluña interior, hablaba en catalán. Marsé estaba en medio. Nacido en un barrio obrero de mayoría inmigrante, pero pertrechado con apellidos sin mácula castellana, los biológicos Faneca Roca y los adoptados Marsé Carbó, dispuso, con inteligencia, de su doble nacionalidad, lo que le permitió, gracias al dominio de la pluma, trazar un retrato antólogico de esa dicotomía, forzándola hasta el extremo de utilizar a un miembro marginal, lumpen más que charnego, para encararlo no a un pequeño burgués sino a un miembro de la alta burguesía, quizá, y eso es algo a tener en cuenta, menos despiadado que lo hubiera sido un menestral de recias convicciones esenciales. Juan Marsé, un hombre de arquitectura corporal compacta, casi boxística, y pese a su trato en extremo educado, nunca cuajó del todo entre los pijos de la intelectualidad local, clan Boccaccio y afines, aunque quizá habría que precisar algo más y decir que no fueron ellos sino él quien no quiso mimetizarse con esa tribu.
Francisco Ferrer Lerín
El Cultural, 21.07.20 >>

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