jueves, 30 de enero de 2020

Chicho

Voy pasando algunas tardes. Obsesionado con las generaciones perdidas, con las vidas quebradas (que pueden ser la mía propia y la de muchos amigos) por los caprichos del capital y sus ciclos sistemáticos de desarrollo y graves depresiones económicas que fabrican, previa destrucción de la memoria, brutalmente nuevos mundos ideológicos y simbólicos de exclusión, marginación, humillación y explotación. Y lo peor, el irreparable secuestro, apropiación y expropiación del tiempo, la organización del tiempo y la vida en función de, primero, el régimen escolar y universitario, y segundo, el régimen del trabajo y el (neg)ocio, entregados por completo a las despóticas necesidades de una hipersociedad de consumo y ostentación. Y claro, yo no soy muy de llorar ni de victimizarme, ni arrastrarme, ni de mover la cabeza afirmativamente ante lo bochornoso, así que aprendo a habitar la soledad y me entretengo con distintos lenguajes artísticos, que cuanto mayor nivel de abstracción tengan mejor: música, cine, literatura. Hoy bajo a la tierra, y me enfango con los que reproducen y engloban todo un mundo de afinidades meramente estéticas y morales, de materiales políticos patéticos (trágicos), pero enorme poder evocador. Escucho casi en bucle, a Chicho Sánchez Ferlosio:

 

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